dijous, 15 de desembre del 2011

UNA NUEVA HADA


Ya tenía la varita mágica en las manos.
Ese momento tan especial, tan deseado, con el que tanto tiempo había soñado,  era una
realidad en estos momentos. Ya era un Hada de verdad.
Había pasado con muy buena nota los exámenes finales. La verdad es que todo el curso le
había sido facil. ¡Le gustaba tanto la idea de ser una Hada! Y por fin había llegado el dia.
Ahora, con la varita en la mano, despues de recibir las felicitaciones de todos sus maestros, de
sus compañeros, de sus amigos, se preguntaba cual sería el siguiente paso.
¿Que debía hacer ahora que había conseguido su sueño?
¿Hacia donde tenía que dirigir sus pasos?
¿A quien tenía que enseñar sus conocimientos?
¿Cómo tenía que usar su varita mágica?
Quizás tenía que andar por el Universo en busca de seres que necesitaran de su ayuda.
O quizás quedarse en la escuela para enseñar a otras futuras Hadas su trabajo.
O quizás buscar un pequeño planeta azul, lleno de gnomos, de hadas, de tierra, de agua, de
viento, de luz; quizás renacer en ese planeta escondido en la infinidad del universo para
compartir todo lo que había aprendido, las pócimas mágicas, el uso de la varita, el poder de la
intención, la ilusión por cumplir los sueños,  la asignatura de la esperanza, que era muy
importante; o quizás la del amor, que tanto le había costado entender y que necesitaba
experimentar.
Tenía ya escogido el planeta; realmente desde el universo se veía azul. Ni muy grande, ni muy
pequeño; un lugar donde cohabitaban muchos seres diferentes; muchas formas de vidas muy
diversas. ¡ OH!¡ Cuánto podría aprender con tanta diversidad! Había luz y oscuridad,
matices infinitos de colores entre el blanco y el negro. Infinitos olores, majestuosas formas.
Había seres que no se movian más que cuando los balanceaba el viento; con su equilibrio, su
Presencia,  su belleza hacian del planeta un lugar de luz, de color, de armonia, de paz, de
belleza.
Habían otros seres que andaban por la tierra, que volaban por los aires, que nadaban en el
liquido transparente que ocupaba gran parte de ese planeta. Eran tan diferentes unos de
otros.  Pero todos aportaban su trabajo, sus costumbres, su forma de hacer, su entrega que
hacia del planeta un lugar  en el que se experimentaba, aprendía y colaboraba.
Y todas esas luces de colores, brillantes, hermosas, que se entremezclaban con todos esos
seres; con las plantas, con los animales, con el agua, con la tierra. Todos esos espíritus de la
naturaleza que convivían en silencio, en casi secreto, medio escondidos, porque su  trabajo de
luz  necesitaba de la oscuridad para poder resplandecer.
Alli es donde la nueva hada decidió habitar durante un tiempo. Pero ella tomaría un cuerpo
diferente. Un cuerpo más perfeccionado, mas complejo; un cuerpo compuesto de muchos
cuerpos, que no se veían a simple vista, pero que existian; un cuerpo que contenía emociones,
pensamientos, sensaciones. Un cuerpo humano.
Nuestra hada decidió mezclarse con esa clase de seres llamados  “humanos”.
¡Que complicados parecían! ¡Y al mismo tiempo, que básicos!
Sí, lo tenía decidido. Nacería entre ellos y les enseñaría el poder de la varita mágica. Les
recordaría que todos tienen una varita invisible en sus manos y que la pueden usar cuando lo
deseen.  Les recordaría que los sueños que sueñan son mensajes de su alma olvidada en un
rincón de su tiempo. Que las ilusiones que mantienen a su corazón latiendo, son propósitos
que un dia lejano se hicieron a si mismos, para ser cumplidos ; les explicaría que el tiempo es
una fórmula magistral para colocar las situaciones, pero que no deben apegarse a èl, ni al
pasado ni al futuro, porque lo único que existe en este momento es, este momento; el presente.
Les diría que todos somos Hadas, Gnomos, Ángeles, Estrellas, o lo que queramos ser, en un 
instante o varios, para alguien,  para nosotros mismos, o para muchos. Les  ayudaría a
recordar la asignatura que a ella tanto le costó entender: que lo único que mueve el soplo de la
vida  es el amor. Y el camino para empezar a entender lo que es el amor, es el amor por uno
mismo, que consiste en ser exactamente lo que decidiste ser; en el caso de ella, un Hada.
Abrió los ojos por primera vez, mientras sentía el calor de la piel que la envolvía, y
una sensación de ternura llenaba todo su cuerpo pequeño; el hada había nacido en un cuerpo
humano.
Pronto encontraría en su camino y para su propósito otras hadas, otros ángeles, otras luces
con las que podría compartir toda su sabiduría, y lo más importante, podría reconocer el
amor.  IRIS.


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